«Fariseísmo marcial» o hipocresía y artes marciales

Llevaba mucho tiempo queriendo escribir sobre uno de los comportamientos en los que caen (o mejor dicho, caemos) muchos practicantes de artes marciales. Varios amigos me han recomendado reiteradamente que no lo haga, ya que sólo puede generarme dolores de cabeza. Porque lo normal es que quien lo lea identifique comportamientos ajenos, y no reconozca los propios. O peor aún, más de uno pensará que el texto hace referencia a él, y lo tomará como algo personal, lo que puede alimentar odios o enemistades. Si al leerlo te encuentras en este segundo caso, quiero pedirte perdón. No eres lo suficientemente importante para estar pensando en tí constantemente, lo siento. Aunque quizá deberías revisar el tema ego. Lo cierto es que nadie en concreto ha inspirado el texto. Más bien es algo que llevo observando casi tanto tiempo como el que llevo entrenando, y creía que se identificaba más con cierto tipo de practicantes  muy tradicionalistas, a los que les encanta el lado filosófico, o incluso espiritual de las artes marciales. Pero no es así, ya que también caen en él muchos practicantes de artes marciales modernas o deportes de combate. Y yo soy el primero en admitir haber incurrido en estos comportamientos en muchas ocasiones, algo que intento evitar desde hace años, no siempre con éxito total.

Desde hace años, denomino a todas las actitudes y comportamientos de los practicantes de artes marciales que no coinciden con los principios manifestados, o de los que presumen, «fariseísmo marcial». Claro que en el momento de la ocurrencia de este nombre no estaba de moda el término «postureo», que también podría encajar en algunos de ellos. En realidad se trata simplemente de hipocresía, presente en casi todos los ámbitos de la vida humana, especialmente el cultural y moral. Y más aún cuando la moral está dogmatizada por la religión.

Los valores fundamentales presentes en todas las artes marciales, también en el deporte, se convierten en casi una moral religiosa para la mayoría. La humildad y el respeto son dos de los aspectos más característicos del «verdadero» artista marcial. Y hay que parecer (en realidad hay que «ser», no «parecer») humilde y respetuoso constantemente, y ser el más humilde y respetuoso, faltaría más. Curiosamente, esto termina propiciando falsa humildad, falso respeto a los demás, postureo para adquirir un caché especial que alimente en realidad el egocentrismo, e incluso la megalomanía. Nada más contradictorio que esperar ser admirado (y en casos extremos incluso idolatrado) por lo humilde que uno es, o en estos casos, por lo humilde que uno pregona ser.

Hasta hace unos años, estos hechos los observabas en el gimnasio, con la gente que te rodeaba, tus compañeros, maestros, u otros conocidos del mundillo. «Lo que hacen esos no sirve para nada», «a mi me duraría unos segundos», «ese estilo es una m…» O peor aún, a través de los que otros decían haber escuchado a alguien, una de las armas de destrucción masiva más peligrosas. Y actualmente, las redes sociales se encargan de que la difusión sea mucho mayor. Lo que antes se cuchicheaba, hoy se exhibe sin pudor alguno. Mucho «respeto», mucho «OSS», pero luego los comentarios de desprecio sobre otras artes marciales, o por el trabajo de otros es constante. En muchas ocasiones, estos comentarios esconden miedo o inseguridades, pero otras muchas es simplemente sentimiento de grandeza, de hacer lo mejor, y por supuesto nulo respeto a los demás. Y cuanto más desconocimiento sobre lo que el otro hace, mayores comentarios despectivos. La ignorancia es el aliado perfecto de casi todos los defectos, para llevarlos a su máxima expresión. Muchos maestros humildes, muy humildes, inducen a sus alumnos a un auténtico culto a su persona, y su imagen es el centro de todo el marketing de su escuela. Pero luego basta con decir frases del tipo «yo soy un eterno aprendiz» para que haya un nuevo motivo de enaltecimiento de su figura. Y pones en el muro de facebook frases estupendas del tipo «no compito con nadie, compito conmigo mismo, para superar mis límites», y luego te «picas» porque un alumno de reciente incorporación te pone en apuros. E igual hasta te excedes con él para «demostrar» lo que vale el sistema que haces, no tú, claro. O «no me importa lo que pienses, sino lo que hago». Genial, y por eso publicas en redes sociales cada uno de tus entrenamientos o actos. Y los adornas con hastags de motivación #nopainnogain #entrenandoduro  #siesquesomoslalecheoye… O «mientras otros descansan, nosotros entrenamos», y qué sabes tú que estamos haciendo los demás en estos momentos, o cuando tú descansas. Bueno, y no sigo, porque podría poner miles de ejemplos y hacer de este un artículo interminable.

Nada más lejos de mi intención que dar lecciones de comportamiento a nadie, entre otras cosas porque dañaría mi cuidada falsa imagen de humildad. Lo único que quería es invitar a reflexionar a más de uno sobre la coherencia de sus acciones con sus principios, y sobre todo sobre la convicción real que tienen sobre lo adecuado de poner en práctica esos valores. Si crees que los demás no merecen tu respeto, o que eres mejor que muchos, quizá sea mejor que lo admitas. Será el primer paso para poder mejorar, caso de que quieras o alguna vez entiendas esos valores de las artes marciales. O al menos, para no ser incoherente. La humildad verdadera parte del conocimiento personal.